Un antioxidante como su propio nombre indica se podría definir como aquel elemento que se opone a la oxidación, es decir que trata de contrarrestar la oxidación y con ello sus consecuencias.
La oxidación es la reacción química mediante la que un elemento se combina con oxígeno provocando un cambio en la composición química de ambas sustancias.
La base de nuestra respiración es el oxígeno que se combina con el aire con otros elementos, dióxido de carbono, nitrógeno, argón.. Pero el aire esta lleno de partículas diferentes a estas, sobre todo en las ciudades, que se mezclan con el mismo oxígeno y se introducen en nuestros pulmones.
Este oxígeno contaminado por partículas extrañas crea inestabilidad en el organismo, siendo un causante de la acción de la acción de los famosos radicales libres.
Estos son sustancias químicas muy reactivas que introducen oxígeno en las células, produciendo la llamada oxidación y acelerar el envejecimiento celular.
Pero los radicales libres no son siempre nocivos. De hecho son fundamentales en el equilibrio celular de nuestro cuerpo: combaten las inflamaciones, eliminan las bacterias, controlan el tono de los músculos lisos, a parte de regular la actividad de los órganos internos y los vasos sanguíneos.
El cuerpo produce las cantidades necesarias de radicales libres para el desempeño de estas funciones, así como la producción de sus propios antioxidantes para eliminar el exceso de radicales libres, evitando así un desequilibrio que pueda ser perjudicial para la salud.
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