Por mucho que inclinemos el tronco hacia atrás, si no somos capaces de dar continuidad a este arco atrasando los brazos flexionados por encima de la cabeza no vamos a poder transmitir adecuadamente el impulso al balón.
En la transmisión del impulso se produce un encadenamiento de pequeñas catapultas que basan el impulso de una zona en la oposición de la siguiente.
Si los hombros no se articulan adecuadamente no vamos a poder aportar la debida oposición al movimiento del tronco por lo que el impulso no se va a encadenar bien.
Por otro lado, gracias a que atrasamos los brazos por detrás de la cabeza podemos dar al lanzamiento el ángulo y la velocidad adecuados, porque es con el movimiento de los brazos con lo que realmente aceleramos el movimiento.
La falta de flexibilidad en los hombros impide que los brazos se sitúen adecuadamente.
Otra causa de este problema puede ser la falta de fuerza. En algunos casos el deportista tiene la suficiente flexibilidad para el movimiento pero la falta de fuerza hace que mantenga los brazos en una posición más adelantada para conservar la estabilidad, aunque pierde capacidad de propulsión.
Incluso la falta de fuerza para mantener la posición aparece sólo cuando estamos realizando el movimiento completo para evitar desequilibrarnos hacia atrás, pero esta falta de fuerza se puede atribuir más a la zona abdominal que a los brazos.
Cuando los brazos trabajan por delante de la cara más que catapultar el balón lo que hacemos con esta parte del cuerpo es empujarlo, saliendo el lanzamiento perjudicado y la zona lumbar que acumula más tensión al mantenerse esta parte del cuerpo tan rígida.
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