El origen de los distintos tipos de juegos y deportes de pelota encuentra su base en las habilidades básicas del hombre, respecto a las que se asociaron en sus primeros tiempos las creencias religiosas de cada pueblo.
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El origen de los juegos de pelota. Extremo Oriente y el Mar Mediterráneo
El testimonio más antiguo que se conoce respecto a la práctica de este tipo de deportes se remonta al año 1004 A.c. y proviene de Japón. Aquí se practicaba un juego de pelota que se disputaba sobre un terreno cuadrado. Esta actividad estaría tan institucionalizada que habría existido una asociación de jugadores de origen noble.
En China nos encontramos un juego muy parecido al japonés, que fue descrito por el escritor Li-ju en el siglo I. a.c. Este juego de pelota chino se practicaba con un balón de cuero forrado de cabellos femeninos.
Por otro lado, en el entorno del Mar Mediterráneo también nos encontramos con una amplia tradición respecto a la práctica de los juegos de pelota.
Así por ejemplo, nos encontramos que el pueblo berebere del Norte de África utilizaba un juego de pelota en sus ritos propiciatorios, para atraer las lluvias y el buen tiempo del dios sol.
Los antiguos egipcios también utilizaban un juego de pelota similar al balonmano dentro de los ritos de fertilidad.
La primera descripción del juego de pelota en Europa aparece en la Odisea de Homero. En dos capítulos de dicha obra Homero nos habla de la práctica de la esferomaquia. En el Canto VI, donde Nausica juega con sus doncellas y en el Canto VIII, donde el rey Alcinoo organiza una competición en honor de su huésped.
El “harpastum”
Por otro lado, existe la teoría de que los druidas (sacerdotes de los antiguos celtas de la Galia y la Britania) construyeron la primera pelota a imitación del disco solar.
Aunque también se especula con que fueron los romanos los que llevaron el juego de pelota a Britania cuando la invadieron de la mano de Julio César primero y después del emperador Claudio que definitivamente la conquistó en el siglo I d.c.
En la cultura romana nos vamos a encontrar diversas formas de concebir el juego de pelota.
Así la pila pagánica o pila campesina, la cual se jugaba con un balón de cuero lleno de plumas y que no tenía carácter violento.
También nos encontramos con el trigón o pila trigonaria, que se practicaba con una pequeña pelota dura rellena de crines, y en la que tres jugadores situados en los tres vértices de un triángulo se lanzaban la pelota a mano o con una raqueta.
Pero el juego más relevante entre los romanos fue el “harpastum”, término derivado del griego arpazo, y que equivalía a rapto, o robo con violencia.
Este juego se practicaba con un elemento esférico, la pila o pilotta, nombre del que deriva el español pelota. La pila es una esfera pequeña, parecida a la pila arenaria, y los jugadores que lo practicaban se denominaban esferistas.
Este juego era muy practicado por el pueblo, así como por los legionarios en tiempos de paz, aunque fue desacreditado por los intelectuales romanos que lo consideraban un juego polvoriento.
Sin embargo, el harpastum se mantuvo vivo durante la Edad Media y fue muy popular en diversas culturas. En este sentido, se especula con que Ricardo Corazón de León planteara a Saladino la disputa de Jerusalén por medio de un juego de pelota.
El “Soúle”
Uno de los juegos de pelota que más popularidad alcanzó en la Europa medieval fue el Soúle o Cholle. En el siglo XI este juego se practicaba en el norte de Francia (Bretaña, Normandía, Picardía) y posteriormente su práctica se extendió por Inglaterra tras ser esta conquistada por los ejércitos normandos de Guillermo I el Conquistador.
Su nombre deriva del término céltico heaul, que significa ‘sol’, y en principio no parece estar relacionado con el harpastum romano. Al igual que otros juegos medievales, el soúle era frecuentemente utilizado para resolver conflictos de interés, como la delimitación de límites entre pueblos, por lo que los participantes se entregaban a su práctica con la máxima intensidad y agresividad.
La celebración de un encuentro de soúle convoca a dos facciones rivales que se disputan el control de una pelota para llevarla hasta un lugar previamente establecido con ayuda de manos y pies. La pelota solía ser una vejiga de cerdo llena de heno, o bien de cuero, tela o madera, y el terreno de juego se improvisaba en plena naturaleza, aunque siempre existían elementos comunes, como la salida.
En este juego, el contacto físico estaba más que permitido, y de hecho eran frecuentes las melees y las peleas.
Así mismo la ausencia de unas reglas claramente definidas, así como de un árbitro que las hiciera cumplir convertía estos encuentros en auténticas batallas campales a las que frecuentemente se incorporaban los aficionados que en principio no participaban.
En este sentido, el espíritu combativo de espectadores y participantes fue degenerando hasta llegar a indignar a la gente de bien, lo que provocó la intervención de las autoridades para controlar esta violencia. La práctica de este juego llego a limitarse solo a la celebración de grandes festividades, como por ejemplo al período previo a la siembra, pero estas medidas no sirvieron para apagar el apasionamiento del pueblo.
El Calcio
La práctica de los juegos colectivos de pelota encontró otra variante hacia el final de la edad media en el norte de Italia. En este caso nos estamos refiriendo al Calcio florentino, que adquirió una gran popularidad en el período cultural del renacimiento (s. XV y XVI).
El Calcio enfrentaba a dos equipos bastante numerosos, cuyo número podía oscilar entre los 20 y los 40 jugadores, por la disputa de una pelota. El objetivo del juego es conseguir marcar puntos en el campo del adversario, siendo estos conocidos con el nombre de ‘cacica’.
En este juego se permitía el golpeo de la pelota con manos y pies, y el contacto físico también estaba legalizado, por lo que el calcio resulta más parecido al rugby que al fútbol. En este sentido el calcio es una actividad más violenta que el rugby, aunque no tanto como podía llegar a ser el soúle.
Normalmente los encuentros se disputaban en lugares definidos, como podía ser la plaza principal del lugar, quedando el terreno de juego delimitado en un rectángulo de 100 metros por 50 metros, unas dimensiones que se asemejan a la de los campos de fútbol actuales.
La indumentaria diferenciaba claramente a los jugadores de ambos equipos, y utilizaba los colores representativos de la ciudad, lo cual marca un claro antecedente de los uniformes deportivos de los equipos de la actualidad.
Por otro lado, el partido estaba precedido por unos lujosos desfiles, y el inicio del juego era marcado por el pelotero al golpear la pelota contra una señal de mármol situada a la altura de la mitad del campo en el lado de la pared.
El calcio se identifica con los valores de la cultura clásica que se pusieron tan de moda en la Florencia del renacimiento, como eran el culto a la belleza y la fuerza física.
En este sentido, el calcio fue muy valorado por los humanistas del renacimiento, como Leon Battista Alberti, o Baldassarre Castiglione, que valoraron la utilidad del calcio como medio para el cultivo de la educación física y la moral.
El interés suscitado por el calcio desde los sectores más cultos de la sociedad favoreció que se elaboraran diversos estudios sobre este juego, entre los que vale la pena destacar el primer sistema de reglas del Calcio, publicado por Giovanni Bardi en 1580, y el Trattato de Gioco de Antonio Scanio de Saló, que nos muestra las distintas variantes de este juego.
El calcio perdió popular con el declive de los valores renacentistas, desapareciendo prácticamente en el siglo XVII. Hoy en día, el nombre de calcio se utiliza para designar a la liga de fútbol italiana de la actualidad. En 1930, se rescató en Florencia esta antigua tradición, con fines meramente festivos.
Los ‘colleges’ ingleses
En los colleges ingleses y escoceses se produjo una profunda evolución de los juegos de pelota entre los siglos XVII y XIX, de la cual surgió entre otros deportes el fútbol moderno.
El chóule había sido prohibido por su violencia, pero su práctica se mantuvo en el ámbito de la nobleza que lo practicaba desposeído de sus aspectos más violentos, enfrentando a familias de modo privado en los jardines de sus casas.
El resto de la sociedad inglesa, entre la que encontramos a grandes escritores como Elyot, Shakespeare y Kent mostraba su oposición a este juego, hasta que el rey Jacobo I Estuardo lo resucitó con su famosa proclama de 1617, más conocida como la Declaración de los Deportes (Declaration of Sports).
De este modo, una nueva versión más inocua de la chóule resurgió con mucha más popularidad. La mujer empezó a participar en las competiciones, llegando a formar incluso equipos femeninos. El juego carecía de unas reglas precisas y de un lugar de práctica apropiado, pero este juego de pelota inglés sería el precursor del fútbol moderno.
La revolución técnica definitiva de este juego se produjo en los colleges ingleses y escoceses entre los siglos XVII y XIX. En primer lugar se prohibió el juego duro e incorrecto y progresivamente se fue limitando el uso de las manos.
Las competiciones se realizaban entre los alumnos de distintas clases, y se desarrollaban en un campo de unos 70 metros de longitud, delimitados en sus extremos por sendas porterías que estaban definidas por dos palos separados a un metro de distancia.
Respecto al número de participantes, al principio los equipos estaban integrados por 22 jugadores, que posteriormente se redujeron a 11 o 12.
En 1820, este juego de pelota ya se asemejaba bastante al fútbol que nosotros conocemos. La duración del partido ya estaba delimitada en 60 minutos, y las porterías tenían una altura de dos metros.
Antes del partido se nombraba un árbitro que se encargaba de hacer cumplir las reglas de juego convenidas, entre las que se incluía ya la situación de fuera de juego, el cual se producía cuando había menos de tres jugadores entre el atacante y la portería contraria.
El juego de los colleges se difundió por toda Inglaterra, y en 1855 nos encontramos con la fundación de la primera sociedad futbolística del mundo, el Sheffield Club. El fútbol moderno está punto de nacer oficialmente.
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